Raquel Alejandre ha sido la primera persona invidente en alcanzar la cima del Midi y del Naranjo. Este esclarecedor artículo, escrito por su guía, derriba tópicos absurdos y nos demuestra que la mayoría de las veces somos nosotros los que nos ponemos límites, y lo que es peor, se los imponemos a los demás
Durante este año, os hemos ofrecido un goteo constante de noticias acerca de Raquel Alejandre, alpinista invidente de Jaca, perteneciente a la ONCE. Estuvo a punto de coronar el Mont Blanc (no hicieron cima por la climatología, que impidió que ningún otro montañero lo hiciera en esos días). Posteriormente, fue la primera persona invidente en llegar a la cumbre del Midi d’Ossau. Y finalmente, hace un mes nos llegó la noticia de sus cimas en el Naranjo de Bulnes y Torrecerreda, siendo también la primera persona invidente en conseguirlo.
Todo esto obedecía a un plan preparatorio. Su artífice, junto a Raquel, es Manuel Suárez Meana, Guía de Montaña con más de 20 años de experiencia, miembro del Grupo Militar de Alta Montaña. Ahora, en este artículo, nos explica como se han podido conseguir estas cumbres. Un artículo altamente esclarecedor. No sólo desde el punto de vista técnico. Principalmente, humano. De lectura necesaria, por los tópicos absurdos que derriba. Como él dice, “no he notado una diferencia notable a la hora de planear estas escaladas con Raquel respecto a otras que he preparado con clientes de poca experiencia.”
Le cedemos la palabra:
Raquel, en su momento más intenso y solitario: rapelando |
“Es fácil hablar de la discapacidad desde unos aspectos meramente limitadores y de falta de movilidad. Pero la realidad es que hay otros muchos grados de “discapacidad”, aceptados socialmente, que impiden acceder a los deportes de montaña a personas que consideramos “normales”: falta de nivel, factores ambientales, falta de experiencia, etc.
Estas personas sí que reciben atención institucional, y es normal que el Guía o persona que les acompañe realice acciones que favorezcan su progresión y suplan sus limitaciones: les coloque un estribo, dé un tirón de cuerda, etc.).
Esto no ocurre cuando el deportista presenta una discapacidad, pues de una manera un poco hipócrita pensamos que esa persona no debería estar allí haciendo esas cosas si ella no se vale por si misma.
Con éste espíritu se debe afrontar el acercamiento de este colectivo al mundo de la escalada, fuera de estereotipos anacrónicos impropios de una sociedad moderna y plural. Dentro de este grupo es fácil encontrar auténticos deportistas, con un grado de entrega y disciplina difícil de encontrar en otros colectivos mejor vistos…
Raquel, escalando con Moises al lado, que le indica |
Cómo explico al final, como guía, no he notado una diferencia notable a la hora de planear estas escaladas con Raquel respecto a otras que he preparado con clientes de poca experiencia.
Raquel Alejandre, escaladora de la ONCE, es una deportista de la Federación Española de Deportes para Ciegos (FEDC), catalogada como B-2 y con un resto visual del 8%, producida por perdida de agudeza visual binocular grave por alteración coriorretiniana de etimología congénita (enfermedad de Stargart), que le dificulta enormemente las actividades que le requieran agudeza visual, como es el caso de la escalada: ella no es capaz de distinguir las presas necesarias para progresar, teniendo sus Guías que ir indicándole los sucesivos apoyos.
Su palmarés deportivo es impresionante. Está reconocida como deportista de nivel cualificado por el Gobierno de Aragón, sus actividades en montaña van desde el esquí de pista al de travesía, de las montañas del Pirineo a los lejanos Toubkal, Kilimanjaro, Damavand y Mont Blanc; por eso no fue difícil imbuirla en un proyecto “técnicamente” más arduo. Cuenta con un elevado grado de disciplina y motivación que hacía insignificante su falta de práctica escalando. La escalada era una de las actividades que se le resistía ante la falta de personas que le enseñaran.
Raquel y Manuel, en la cima del Naranjo |
A la hora de desarrollar el proyecto me vi obligado a tratar el conjunto de la “Trilogía en Picos de Europa”( Picu Urriellu, Torrecerredo y Peña Santa) como un problema diverso con dos líneas de trabajo: por un lado teníamos el perfil técnico de la escalada, y por otro la movilidad propia necesaria de una ascensión en Alta Montaña por terreno difícil que requería ir encordado. La solución a estas líneas no era otra que adaptar estas necesidades a su discapacidad y verlas desde un punto de vista deportivo, analizando sus limitaciones visuales, con el fin de encontrar un método y procedimiento que aportara la seguridad necesaria a esta actividad. Nos marcamos en cada fase una prueba final que nos diera una información valida de la evolución de nuestros esfuerzos.
En esta búsqueda utilizamos como base las distintas técnicas reconocidas y desarrolladas por organismos como la FEDC, Escuela de Alta Montaña de Benasque y la Escuela Militar de Montaña de Jaca, así como algunas propias de nuestra cosecha, como la utilización en cuerdas y vestimentas de colores receptivos “visualmente”, y otras que nos fue dictando la experiencia.
Potencia corta en el ascenso a Torrecerredo |
En el desarrollo Técnico del proyecto englobamos todas las maniobras y procedimientos que debía adquirir en relación con la escalada propiamente dicha, comenzando un trabajo inicial en rocódromo -en el que trabajamos los conocimientos fundamentales de la técnica de escalada-, para, una vez asimilados, trasladarlos a zonas de escaladas próximas a nuestra casa como Piedras Rojas, Lajas Bajas, Riglos, realizando en ellas vías de un largo con una dificultad máxima de quinto grado y practicando distintos descensos en rápel.
Una vez adquiridos los conocimientos necesarios y con nuestro método adoptado y asimilado (aumento de los seguros intermedios con el fin de que sirvieran como referencia en el recorrido, mientras Moisés, -Guía de Esquí y Montaña FEDC-, ejercía como guía de primera instancia progresando a su lado, para que Raquel tuviera una información precisa y puntual de por donde debía seguir, realizando las indicaciones mediante voz, tacto y marcaje con la cuerda de Moisés), nos dirigimos a nuestra primera prueba: realizar el ascenso y descenso de una vía de escalada (Pepón-Valenzuela) en Coll de Ladrones, de grado similar al que nos podíamos encontrar en el Picu. Realizamos esta escalada en 2h, y nos dio aliciente para encarar la parte más ardua de todo el proyecto: la movilidad.