El esloveno Tomaz Humar vivió uno de los episodios más angustiosos de su vida en la cara Rupal del Nanga Parbat. Atrapado en la montaña, tuvo que ser arrancado literalmente por un helicóptero paquistaní de la pared. “Si hubiéramos repetido cien veces esa operación, nunca hubiera salido”, asegura.
Tomaz Humar tuvo que ser rescatado en la cara Rupal del Nanga |
“Volví a nacer”, reconoce el escalador, que tras diez días metido en un diminuto y húmedo agujero, volvió al campo base sin una congelación. “Estoy feliz de estar aquí”.
Ahora, intenta devolver la ayuda que se le prestó recolectando en colaboración con otros organismos a través de su página web (www.humar.com) dinero y medios para los afectados por los terremotos en Pakistán.
“Por primera vez desde hace tiempo, Pakistán estuvo en boca de todos no por el terrorismo o las bombas, sino por una contribución amistosa para ayudar al prójimo”, advierte.
¿Qué le dijo a sus rescatadores cuando le devolvieron vivo al base?
Estaban muy contentos. Los dos pilotos realizaron un trabajo increíble. Por primera vez en la historia del Himalaya se rescataba a un hombre de la pared. En los Alpes es ahora muy normal, pero en el Himalaya es la primera vez que sucede. Personalmente no creo que esto se convierta en algo habitual. Hay que entender que el Himalaya es muy alto, es muy difícil aproximarse y está el problema del tiempo. Si alguien se encuentra en problemas, además, debe tener la capacidad de atrapar la cuerda que le lanzan, es decir, poder hacer el esfuerzo.
Pero usted sabía eso.
Sí. Cuando el helicóptero vino por primera vez para reconocer el terreno, vi que subía lo suficientemente alto, pero al tratar de aproximarse a mí y reducir la velocidad, el aparato simplemente se iba hacia abajo. Cuando vi eso me dije, no tengo ninguna oportunidad. Por eso lo que hicieron los paquistaníes fue…
El esloveno estuvo diez días atrapado en la pared |
¿Cómo hizo para mantenerse vivo?
Esa es otra historia. Para escalar una pared así hay que ser rápido. Cuanto más llevas, más lento eres, así que hay que encontrar un equilibrio. Cuando me encontré en esa situación, no sabía cuánto tiempo tendría que aguantar. En los primeros dos días y medio gasté una bombona de gas. La segunda me duró los siete siguientes. Era como estar en una nevera. Utilicé mucho la meditación.
Y no se podía mover.
No, estaba encajonado. Pero lo peor es que todo estaba mojado. Nevaba, había avalanchas y la humedad era muy grande. No hacía tanto frío por el día, aunque por la noche la temperatura bajaba mucho, pero al final todo lo que llevaba estaba mojado.
Sin embargo, ¿volvió sin una congelación?
Sí, fue un milagro. Pero le diré una cosa, he sobrevivido a bastantes cosas y antes pensaba que la “muerte blanca” estaba bien. Un día y todo se acabó. Pero después de esta experiencia creo que si uno aguanta bastante tiempo, es muy dura. Dos o tres días está bien, pero a partir de ahí, cada hora es como siglos, una historia de nunca acabar. Si tiemblas, pierdes energía, y si la pierdes, tienes que recuperarla. Y yo sólo tenía cinco o seis barras, y las miraba y me preguntaba: “las como o no”. Fue muy duro mentalmente. Yo siempre tuve fortaleza mental, pero esta vez miraba hacia abajo y pensaba: “mierda, esto es el fin”. Durante la escalada me habían golpeado unas piedras, pero no estaba herido como para no poder moverme. Estaba en contacto por el walkie con mi casa y hablé con mis padres, que me preguntaron qué es lo que iba a hacer, que por qué no bajaba. Y yo les decía que en cuanto la montaña me diera la primera oportunidad, pero era muy difícil, estaba en una pequeña arista y a uno y otro lado las avalanchas caían. En esas condiciones era suicida bajar.