Crónica colegiada de Carlos Pauner y Juanjo Garra:
"Todo comenzó el pasado día 9 de mayo, cuando de un tirón nos colocamos en el campo 2 a 6.800 m de altura. Largo, muy largo y con la tónica general de esta expedición: nieve profunda. Al día siguiente recorrimos el largo valle que lleva al campo 3, tras superar el último trecho muy empinado. Desde este enriscado lugar a 7.400m ya se ve la arista que lleva a la cima central (la más baja y la normalmente escalada por el 99 % de las expediciones) y el largo recorrido, más a la izquierda, de la ruta que lleva hasta la cima principal, la más alta, ruta que lleva el nombre de un buen amigo: Iñaki Ochoa de Olza.
La noche de autos, nos despertamos a las 3 de la mañana. Hay una neblina que lo cubre todo y no podemos encontrar la ruta en esas condiciones. Decidimos retrasar la salida y así poco a poco salimos a las 5 y 45 del día 11. Ya desde el comienzo tenemos que abrir huella profunda para atravesar hacia la izquierda toda la franja de hielo hasta el inicio de la ruta. Comenzamos la escalada, por un terreno pendiente y de nieve profunda. Cada paso cuesta y nos afanamos los 6 en ponernos a la labor (se nos han unido dos finlandeses en esta cruzada). Poco a poco vamos ganando metros, aunque las horas también van pasando. Aquí no hay cuerdas fijas, sólo nieve pendiente y tus propios medios, lo cual me hace recordar las primeras expediciones, tan alejadas a veces de las largas tiradas de cuerda con jumar de muchas montañas conocidas. Estoy especialmente motivado y fuerte y me lanzo hacia arriba abriendo gran parte de la ruta. Atardece y nuestro ánimo continúa intacto. Sabemos que el día va a ser bueno hasta mitad de noche (Nuestros amigos de AEMET nos lo chivan) y eso nos anima a seguir.
Llegamos a un lomo en cota 7.950 m y continuamos por la arista, ya con las últimas luces del día. El paisaje es soberbio desde aquí. Se ve atardecer en el Everest, Makalu, Lhotse y Cho Oyu. Continuamos ya en oscuridad y llegamos a una cresta que es lo último que hemos vislumbrado. Una vez arriba,la oscuridad lo envuelve todo. Hemos llegado al límite. Hay que bajar. Creemos que hemos llegado a lo más alto, pero no estamos seguros. No importa. Ahora hay que bajar en medio de la noche, destrepando sin cuerdas fijas todo lo que hemos escalado.
Pasan las horas, comienza el frío intenso, pero finalmente llegamos a nuestra tienda del campo 3. Son las 4 y 17m de la mañana. Hemos empleado 22 horas y media en escalar esta ruta, que estaba en unas condiciones deplorables, a tono con la temporada que hemos tenido. Estamos agotados, pero satisfechos por haber dado todo en una ruta extraordinaria. Con unas condiciones más favorables, la habríamos escalado en la mitad de tiempo. Lo importante es haber luchado, no haber reblado y haber continuado hasta el límite. Alcanzamos ese punto a más de 8.000 metros a base de esfuerzo y tesón. En la oscuridad de la noche no supimos si era el punto más alto u otro muy cercano. No me importa. Tengo la sensación casi perdida de haber escalado en el puro HImalaya. He luchado hasta el límite y he alcanzado lo más alto.
De momento, para mi el Shisha es historia, aunque se que tendré que volver algún día para verificar la cima como tiene que ser, con fotos, luz y taquígrafos. Así es este oficio.“