
Ambos se conocieron en el Dhaulagiri el pasado año. Hicieron muy buenas migas, e incluso plantearon un ataque non-stop a cumbre ascenso-descenso, pero las circunstancias reinantes, que desembocaron en una epidemia de COVID que obligó a desalojar el campo base, lo impidieron.
A la vuelta, Jonatan García nos confesó lo vivido en una entrevista, afirmando que había sido la peor experiencia que jamás había vivido en la montaña y que, por su parte, no iba a volver a intentar una cima por la vía normal en una montaña atestada de expediciones comerciales. Aunque Topo pasa parte del año en ochomiles, trabajando para los clientes de grandes compañías, siempre que busca una ascensión propia intenta también evitar las multitudes y los lugares trillados. Y eso es lo que ahora han encontrado en este sietemil.
“El Gangapurna es una montaña de 7.455m que ofrece más incógnitas que certezas. Existen dos caras de ascenso, norte y sur”, nos comenta Jonatan en Benasque. “No sabemos aún cuál emplearemos, nos falta información y, sobre todo, tenemos que ver las condiciones”.
Gangapurna, cara norte
“Esta cara es muy complicada en primavera. Yendo pronto, quizás aún haga frío del invierno y no esté la montaña tan cargada, aunque nadie ha estado en marzo, que sepamos. Nos hace ilusión esta vertiente: es una pared increíble, hielo y nieve, entera para nosotros, y no tiene rutas abiertas aún. Sí que unos yugoslavos escalaron la parte de abajo, continuando por la arista NE. Pero una vía directa no existe”.

Gangapurna, cara sur
La cara sur tiene acceso más sencillo, a través del trekking de los Annapurnas desde Pokhara. A diferencia de la norte, cargada de hielo, la pared por este lado es terreno mixto y más seco. La vía más evidente de cumbre fue abierta en 1981 por un grupo canadiense liderado por John Lauchlan. Existe otra vía abierta por un equipo coreando en 2016. No hay más, y esta fue la última ascensión. “En el caso de que elijamos esta vertiente, veremos si repetimos o abrimos. Toda la expedición es una incógnita en este momento”.Se trata de una expedición muy interesante, que conjuga la tecnicidad que se encuentra en los últimos años en los seismiles de Nepal por parte de algunos de los mejores con la entidad de un sietemil. Solos en la montaña, intentarán realizar la escalada en completo estilo alpino, en un único ataque. Esto trae un problema, que solventarán allí sobre la marcha: la aclimatación. “Topo vendrá de los Andes, pero yo ahora lo más alto que llego es el Aneto, aunque suba por cualquier vía técnica casi a diario a la cima, son 3.404m”.