
“Lo primero que hicieron al aterrizar en Katmandú fue llevarnos al hospital internacional. Un procedimiento del que no puedes escapar”. Allí fue en donde empezaron las pruebas: “Me extrajeron 3 veces sangre, así que me desangraron con regularidad. Después vinieron los rayos X y llegaron a la conclusión de que necesitaba oxígeno urgentemente, además de unas 1.000 pastillas de todo tipo”.
La visión de tanta medicación le hice plantearse un cambio de vida: “Podría haberme convertido inmediatamente en un traficante de drogas, pero las rechacé. Como también rechacé todo lo demás, llegaron a la conclusión de que no era normal, y de que, con toda seguridad, estaba a punto de morir”.
A pesar de los funestos vaticinios, pidió su traslado al hotel, adonde fue llevado con una ambulancia “a través de la ciudad desierta”. Una vez allí, y ya juntos, Holecek y Gohr decidieron mostrar sus cuerpos tras haber perdido una enorme cantidad de peso y quedarse en las últimas. Y por supuesto, lo han hecho siguiendo con su sentido del humor: posando como culturistas.
Por continuar con la guasa, Holecek, al comentar que su verdadero problema, en estos momentos, es que no hay vuelos de vuelta a casa, afirma con rotundidad: “tendremos que andar”.
Tampoco falta la ironía en el bautizo de la vía abierta: han decidido llamarla “Heavenly Trap”, Trampa Celestial. Una trampa de la que consiguieron escapar en el último momento, cuando ya no quedaban muchas más opciones.